TERESA MONTERO, MEDALLA AL MÉRITO EN EL TRABAJOReconocida vida entre fogones.Los achaques de la vida y la enfermedad no han restado vitalidad a Teresa Montero que sigue al pie del cañón pese a sus 85 años.La propietaria de la venta El Soldao recibió la Medalla al Mérito del TrabajoDe este modo, se reconoce toda una vida de trabajo, a cargo de la venta El Soldao, de una mujer buena, entregada a su familia y de gran corazón.No obstante, Teresa no dio sus primeros pasos como trabajadora tras las barra de este lugar emblemático. Cuando apenas levantaba un palmo del suelo «ya ayudaba en casa y apenas pude ir a la escuela durante tres meses», destaca. Con sólo 16 años conoció a su marido, José Ruiz, un soldado de Jaén que se encontraba destinado en la provincia, con el que se casó cuatro años después. Con él tuvo once hijos y además de hacerse cargo del trabajo de su casa «tenía que vender todo lo que caía en mi mano para sacar adelante a mi familia: pan que yo misma amasaba, habichuelas, espárragos, bicicletas, radios, telas, hilos, azúcar, etc.», recordaba. Añade que ha hecho de todo en esta vida menos «estar en la vida y robar porque para mí la honradez es lo más importante», destaca.Sus hijos se convirtieron desde el principio en el timón de su vida y la razón principal de tanto esfuerzo, «todo lo que he hecho ha sido por ellos y para que tengan una buena vida», reconoce. Teresa se encargada de sacar adelante a Maxi, Luis, Sofía, Teresa, José, Blas, Francisco, Enrique, Encina, Carlos y Carolina, además de atender el negocio y cuidar de su marido que cayó enfermo e incluso perdió la vista, hasta que falleció hace 26 años. «Mi esposo estaría contento de ver que reconocen el trabajo que ambos hemos llevado a cabo durante toda nuestra vida», reconoce emocionada.Hoy esta mujer luchadora se encuentra jubilada pero no puede evitar ser la que controla los fogones de su venta el Soldao, «si a mi me quitan esto sería como quitarme la vida», asegura. Estar a su lado es empaparse de una vitalidad que no es capaz de parar ni los achaques de los años y de las muchas enfermedades que ha padecido. El infarto que sufrió en el verano de 2006 y el tumor que tuvieron que extirparle en el estómago no son razones para que Teresa se de por vencida. Cada día comienza la jornada preparando tres litros de café que irán bebiendo sus hijos, quienes la visitan a diario, y termina repasando cada puerta y enchufe de su negocio. En su época de madre joven se acostaba a diario a las dos de la mañana, preparando las cosas para sus pequeños, y se levantaba a las cinco de la mañana para «abrir las puertas de mi negocio yo sola y que los demás pudieran descansar algo más», recuerda.Muy queridaEl mayor premio que esta asidonense recibe a diario es el cariño de sus hijos y el de sus clientes que son como una gran familia para ella. La atención a su venta es tan importante que ni durante los males que padeció su marido pudo abandonar su puesto de trabajo. La entrega y el cariño que pone en sus platos, dan como resultado unas exquisiteces muy demandada por sus clientes como el arroz con conejo, el faisán o la perdiz.Buena cuenta de ello han dado personajes como el Premio Nóbel Gabriel García Márquez o el ex presidente del Gobierno Felipe González, entre otros muchos. «Ellos han disfrutado en mi casa con lo que yo les he preparado y, literalmente, se han chupado los dedos», destaca.Teresa Montero acogió de buen grado este reconocimiento a toda una vida dedicada a trabajar que «nos ha hecho muy felices a mí y a los míos», decía. No obstante, ella ya contaba con la admiración de su familia, toda la pedanía de Badalejos y la de Malcocinado; el pueblo de Medina Sidonia; y los clientes y amigos que acuden continuamente a su casa para degustar sus platos.