En el pasado siglo, si alguien paseaba por la calle Blanca de Navarra, aparte de oír el bocinazo de un automóvil, la conversación de un grupo de vecinos o el sonido seco de un portón al abrirse o cerrarse, se podía escuchar el mugido de una vaca. En el número ocho se ubicaba una vaquería y, cada mañana, la leche fresca de sus vacas se distribuía en botellas de cristal por las viviendas del entorno.En pleno siglo XXI, el nombre permanece y, fiel a sus raíces, La Vaquería Suiza, convertida en restaurante, provee de alimentos de primera calidad a sus clientes.Con este espíritu de autenticidad, el restaurante La Vaquería Suiza se ha convertido en un clásico de Madrid en los ocho años que lleva abierto. La sofisticación de su espacio respeta su origen, incluyendo reminiscencias rurales: las sillas provienen de pueblos de toda España, los portones de la entrada guardan todo el sabor de los establecimientos antiguos y las flores silvestres naturales adornan el día a día de la Vaquería.Con una carta muy sencilla, se ha apostado por platos elaborados con productos estacionales y de origen orgánico, ofreciendo una cocina sana, natural y asequible que no reniega de los platos tradicionales españoles como las tostas de jamón, la ensaladilla rusa y las papas con mojo. Los postres y el pan son especialmente destacables porque se elaboran todos los días de forma completamente artesanal y a partir de sabrosas recetas familiares.La Vaquería Suiza es conocida por su ambiente cálido, distendido y divertido, y da la bienvenida a una clientela cosmopolita y familiar por el día, sin olvidar que para rematar una buena noche no hay nada como tomar un buen cóctel en buena compañía.Es posible comer o tomar algo a todas las horas del día y los domingos, para despedir con brío la semana, se puede disfrutar de un completo brunch.