En La Rosa Chica se respira el mar cercano, la esencia marina del lugar pervive y se transforma entre lo moderno y lo añejo. Volvemos a los orígenes para llegar más lejos, a la comida casera de verdad, a los sabores auténticos, a la hora sagrada del vermut, a la caña bien tirada, y cómo no a los días al sol en la terraza.