Encantador hotel en la Ribera del Duero que apuesta por la calidad y sencillez, donde las cosas pasan con calma y el servicio te hace sentir como en casa. Está casi escondido, a orillas del río Duero, en un antiguo molino harinero de más de 300 años en Quintanilla de Onésimo (Valladolid). Impresionan las vistas al río, te hacen desconectar inmediatamente de cualquier cotidianidad. Sorprende también el edificio, sobretodo al entrar, recomendamos cotillear hasta el último rincón.
El hotel cuenta con 22 habitaciones dobles, todas ellas con una pared acristalada y terraza con vistas al río. El desayuno bufet incluido es una maravilla. Ya no es tan fácil encontrarse con zumos naturales, bizcochos, mermeladas y panes caseros. Además, hay dos salones con sofás, chimenea, TV y vistas al río para descansar después de las excursiones.
El restaurante es uno de los puntos fuertes del lugar. No le faltan halagos y buenas críticas. La clave: materia prima de calidad. No es marketing, los cocineros buscan y rebuscan los mejores productos artesanos y ecológicos constantemente y hacen todo en casa. La carta puede variar según los productos frescos del mercado aunque siempre mantienen los clásicos de la casa como el cochinillo confitado, la lasaña de morcilla, el lechazo (bajo petición) o el milhojas de la posada. Como no podía ser de otra forma, la bodega es una perdición. Darse un capricho es obligatorio. También cuenta con una barra donde se pueden degustar los mismos vinos, platos o raciones más informales, tomarse un café, un cóctel o comprar vinos y productos de la zona.
Un placer a media hora de Valladolid. Para aquellos que busquen un lugar especial, hecho con mimo. Perfecto para inspirarse, sorprender y llenarse de paz.