Es la nuestra una cocina de luz y trébedes, de rabilargas sartenes y ollas de barro envueltas en paja. Patrimonio tradicional castellano, manchego por más seña y español por ende. Una cocina vieja y sin prisas, generosa y contundente, recia con el frío, donde se puede encontrar un tiempo lento y por una vez, garbanzos de la cosecha, tocino, morcilla, chorizo y algo así como otro hueso de la matanza casera. Cocina de las antigüedades de las mujeres y las viejas, de los remedios y milagrosas, las curas con el ajo y el laurel, el oloroso, el carminativo, el tintorero, el azafrán y otros condimentos de esta tierra de los molinos, los duelos y los quebrantos, los paisajes, los interminables encantos.