Ubicada en el barrio de Triana se encuentra enclavada esta casa, junto al Guadalquivir, con aires árabes alfareros, antigüedad y llena de culturas. Alzándose en el siglo XVIII fueron a nacer los cimientos ,de una casa con fortuna, para llegar a conocer, a la persona que más tarde ocupara parte de su vida, en recuperar y mimar, pese al brusco cambio arquitectónico que marcaban los 70. Sobre base original empezó a trabajar, con manos carpinteras y el sentir de su tierra; Ante su vocación artesanal y muy buenas maneras. La finca tomaba forma de las cuales nunca arrepintiera. Mucho trabajo llevo el desescombre, gastos y más voluntad, de unas obras que se prolongaban con facilidad. “¡Dejemos esta casa como se merece!” –solía decir mi padre; “que algún día volverá a tener más vida, que muchas que la miran con más juventud”.Orgulloso de su trabajo continuó su tajo, sabiendo que estas estancias llegarían a representar mezclas de oficios y aficiones, creando su pequeño museo particular. Cerámica andaluza, artesonado de noble madera, trabajada con sus manos y colección de antiguos relojes, son puntos de referencia de esta casa, cuando José García Estéfani va ornamentando sus techos y paredes. Hacer gala de su antigüedad es de leal, y así se le otorga el nombre, haciendo al siglo en que nace, seña de identidad.Además, su construcción, es dura de ejecutar, valiente por el empeño y digna de respetar. Columnas en mármol blanco soportan su patio central, lo embellece, plantas y arcos, más cante por solea. Vistos quedan los ladrillos, que acaban de tapizar, paredes de adobe moruno que en taco forma la pieza, destila sabiduría del arte de restaurar.Espero que usted disfrute de la casa y su bagaje, que ha llegado al XXI, sin metáforas, de la mano del tesón, empuje y coraje.